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Ucrania

Dejar su vida en Bajmut parecía imposible. Ahora ha perdido un amigo, una extremidad y su medio de vida

Por Jo Shelley, Sam Kiley, Peter Rudden, Olha Konovalova

Advertencia: esta historia contiene detalles que algunos lectores pueden considerar inquietantes.

Kostiantynivka, Ucrania (CNN) -- Las calles que rodean la casa de Vyacheslav Tarasov, en el frente oriental de Ucrania, están llenas de agujeros por las explosiones de proyectiles. Los edificios de alrededor están en su mayoría vacíos, sin ventanas y fríos.

Bajmut lleva meses enfrentándose a la implacable potencia de fuego de un ejército ruso frustrado. En su búsqueda de una victoria cada vez menos frecuente en el campo de batalla, Moscú ha arrasado edificios con cohetes y misiles y ha enviado interminables oleadas de infantería a luchar entre las casas destruidas.

Tarasov, de 48 años, se refugiaba de los bombardeos en el sótano de su casa, donde ahora tiene que vivir. Pero la semana pasada se atrevió a salir a comprar verduras para preparar el platillo nacional, borscht.

"No sé qué utilizaron", recuerda. "Pero la fuerza fue increíble, porque mi brazo salió volando, así sin más... Tenía las tripas en las manos".

Su rostro palidece mientras relata las fuertes imágenes aún frescas en su mente. "Llevaba una chaqueta de cuero y si no hubiera sido por eso, habría volado en pedazos. Es decir, mis tripas habrían estado por todas partes... Perdí mucha sangre. Recuerdo haberlo visto: un enorme charco".

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La explosión que atravesó el cuerpo de Tarasov mató a su amigo y, a medida que el bombardeo continuaba, se dio cuenta de que él tampoco sobreviviría. "Te diré la verdad", dice. "Recé para sobrevivir".

Tarasov es un cristiano devoto y cree que un "poder invisible" le salvó la vida. También está agradecido a los soldados ucranianos que lo metieron en su camioneta y lo llevaron a un hospital de Kostiantynivka, uno de los pocos hospitales que quedan capaces de tratar a los heridos civiles de la guerra.

Cuando llegó, Tarasov rogó a los médicos que le salvaran el miembro. "Lo primero que pedí fue que me cosieran el brazo. Vi que estaba completamente desgarrado y que solo colgaba de la manga. Y me ardía el estómago. Me imaginé que debían de ser los intestinos que salían. Había sangre por todas partes".

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Vyacheslav Tarasov, constructor de 48 años, perdió el brazo derecho tras un bombardeo en Bajmut. Crédito: Peter Rudden/CNN

El personal médico de Kostiantynivka ha continuado su trabajo a pesar de los cortes de electricidad y de agua provocados por los repetidos ataques rusos a la red eléctrica. Un día de la semana pasada, durante ocho horas, tuvieron que recurrir a generadores para mantener encendidas las luces y la calefacción.

"A veces se va la luz", explica a CNN el cirujano jefe, el Dr. Yuri Mishasty, todavía vestido con su bata. "El agua llega cada hora, no con regularidad. El fin de semana no había agua porque hubo un bombardeo catastrófico".

El cirujano, de 62 años, acaba de terminar de operar a una mujer que había sido ingresada de urgencia a primera hora de la tarde.

"Es una residente de Bajmut. Fue alcanzada por la artillería y sufrió una herida de metralla en el abdomen con daños en varios órganos. Vemos gente con estas heridas todos los días. Todos los días".

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Los médicos operan a una mujer herida por metralla en el hospital de Kostiantynivka. Crédito: Peter Rudden/CNN

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El cirujano Yuri Mishasty atiende a diario a civiles heridos en la cercana Bajmut. Crédito: Jo Shelley/CNN

A medida que el Ejército ruso intensifica su campaña para tomar Bajmut, los bombardeos se acercan cada vez más a Kostiantynivka, a unos 25 kilómetros al oeste. Desde principios de mes, la ciudad ha sido atacada casi todos los días, afirma el director del hospital.

Mientras tanto, el personal médico oye el ruido constante de la artillería disparada en los alrededores de Bajmut, señales de que pronto habrá otro paciente en la mesa de operaciones.

"Últimamente hay mucho ruido", dice Khassan El-Kafarna, cirujano de Médicos Sin Fronteras (MSF) apostado en el hospital. Su colega, la enfermera Lucia Marron, está de acuerdo. "Creo que hay más movimiento en general: más tropas, más gente", dice. "Estamos acostumbrados al ruido. Llegas a un punto en el que entiendes lo que es peligroso y lo que no".

Las autoridades locales llevan meses implorando a los civiles que abandonen la región. Pero para Tarasov, como para tantos otros en el antiguo corazón industrial de Ucrania, huir de su casa a una zona más segura parecía imposible.

"Si tuviera mucho dinero, preferiría vivir en el extranjero", dice Tarasov. "Pero no tengo dinero y todo lo que había ahorrado estaba invertido allí. No tenía dinero ni adónde ir".

Quedarse en Bajmut era aferrarse a lo que quedaba de la vida por la que tanto trabajó en tiempos de paz. Ahora esa vida ha cambiado irrevocablemente.

Constructor antes de que la guerra llegara a Ucrania, Tarasov dice: "Yo era diestro. Ahora ni siquiera podré enrollar una cinta métrica”.

"Soy mitad hombre, mitad zombi. Mitad humano para ser exactos".