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Iraq

OPINIÓN | A 20 años de la guerra en Iraq: 7 claves sobre un conflicto que cambió al mundo

Por Geovanny Vicente Romero, Gregorio J. Igartúa

Nota del editor: Geovanny Vicente-Romero es abogado, politólogo y estratega político con experiencia como asesor de Políticas Públicas, Gobernanza y Comunicación Gubernamental. Es profesor asociado de Comunicación Estratégica (ERM) en la Universidad de Columbia, en Nueva York. También, fundador del Centro de Políticas Públicas, Desarrollo y Liderazgo RD (CPDL-RD). Síguelo en Twitter: @GeovannyVicentR.

Gregorio J. Igartúa es abogado y contador público, y cuenta con una maestría en derecho internacional y comparado de la Universidad George Washington. Actualmente reside en San Juan, Puerto Rico, donde además escribe una columna para el periódico El Nuevo Día.

(CNN Español) -- El 19 de marzo de 2003 sería uno que el mundo nunca olvidaría y que marcaría no sólo el inicio del nuevo milenio, sino también de un nuevo enfoque de la política exterior para los países de Occidente respecto a las naciones del Medio Oriente y los alrededores. Solo horas antes, el presidente George W. Bush anunciaba la operación “Iraqi Freedom”, durante la crisis del desarme de Iraq, hecho este que ha sido catalogado como uno de los principales temas que dieron lugar a dicha invasión.

El mundo apenas se recuperaba del impacto emocional dejado por el derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York y Bush ya había logrado autorización para usar la fuerza militar en Afganistán en una operación en coalición con otros países occidentales. Bush alegó violaciones a las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, así como la presunta producción y posesión de armas de destrucción masiva, sin dejar de señalar que posiblemente el país brindaba logística y servía de refugio para miembros del entonces “enemigo público número uno” doméstico e internacional de los Estados Unidos: al-Qaeda (y/o Osama bin Laden).

Contando con todo el apoyo que necesitaba, Bush se lanzó a profundizar su ya muy conocida guerra contra el terrorismo que había empezado dos años atrás, ahora con la oportunidad de poner más botas sobre el terreno. El terreno, al menos en el subconsciente estadounidense, había sido preparado desde un año atrás cuando Bush declaró que un “eje del mal” conformado por Iraq, Irán y Corea del Norte se estaba fortaleciendo para socavar la paz mundial.

El resultado de esta operación conjunta, la cual pasó a la historia como eje fundamental de la doctrina Bush de la “guerra preventiva”, es bien conocido por todos. En apenas semanas el régimen de Saddam Hussein se derrumbó y el primero de mayo, tal cual lo haría Tom Cruise, Bush pudo anunciar “misión cumplida”, declarando el cese de las operaciones de combate mientras daba un discurso desde la cubierta del portaaviones USS Abraham Lincoln. El poderío fue supremo y se impuso de forma aplastante.

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La noción de “guerra total” fue aplicada y en menos de un año se logró no sólo el derrocamiento de Saddam y el desmantelamiento de su ejército, sino que también se pudo capturar al otrora hombre fuerte de la nación que desde 1979 gobernaba con puño de hierro.

A continuación, compartimos 7 datos clave cuyas ramificaciones continúan teniendo un impacto en el mundo como lo vemos hoy, a saber:

1 - Supremacía tras la Guerra Fría: Estados Unidos emergió de la Guerra Fría como la única superpotencia mundial, trastocando el balance de poder y las fricciones naturales que conllevaba una distribución de poder en dos polos y sustituyéndola por un esquema hegemónico o dominante. Esta nueva realidad trajo consigo cierta aura de infalibilidad y un falso sentido de invencibilidad.

2 - El ataque del 11S: Estados Unidos había experimentado varios ataques terroristas domésticos impactantes, particularmente el perpetrado en un edificio federal en Oklahoma City. No obstante, no experimentaba un atentado de envergadura fraguado internacionalmente desde el ataque japonés a Pearl Harbor. Unos 60 años después, el ataque en el corazón de Nueva York, en términos prácticos, como simbólicos, no tuvo precedente. Los métodos asimétricos y cotidianos utilizados en el corazón de la metrópolis más emblemática de la nación (y quizás del mundo), acompañado de una amplia cobertura de cada una de las incidencias en vivo, cumplió a cabalidad, al menos, con el objetivo de conferir terror al pueblo estadounidense (con todas sus implicaciones). El ataque impuso una nueva realidad y una nueva perspectiva en la política nacional e internacional del Gobierno de Estados Unidos.

3 - Vulnerabilidad nacional e internacional: La crudeza de los métodos utilizados y su incesante cobertura por los medios de comunicación masivos, alteró súbitamente la percepción pública de que esta nueva posición global dominante era invulnerable. Obligó a enfrentar la realidad de que la política internacional de la nación no sólo tiene impacto en el extranjero, sino también a nivel doméstico. Todos somos potenciales víctimas. Esta fragilidad modificó fundamentalmente la psiquis nacional, abriendo la puerta a la idea de que la seguridad individual y colectiva requiere métodos más intrusivos, aunque vulneren las libertades civiles fundamentales.

4 - El caso contra Iraq (público y ante la ONU): Iraq tenía un particular significado para el entonces presidente Bush y su gabinete, compuesto en gran medida por antiguos colaboradores de la administración de su padre George H.W. Bush. Además de las amenazas directas del dictador Saddam Hussein a su padre, al terminar la guerra en el golfo Pérsico en 1991 quedó en ese sector la sensación de una gesta inconclusa. Una década después, permanecía la incertidumbre sobre lo que hubiese implicado haber sido más agresivos en aquel entonces; haber acabado con esa amenaza percibida sin vacilaciones. Este historial nubló la perspectiva y promovió objetivos no necesariamente idóneos y oportunos. Este nuevo Estados Unidos sería implacable. La respuesta al 11S serviría tanto de ejemplo, como de base, para una nueva política internacional polarizada no en cuanto a su poderío militar o política internacional, sino en cuanto a su propia esencia; una lucha entre el bien y el mal. Bajo este enfoque, no es suficiente lograr un balance que mantenga una paz relativa, sino que hay que desarticular al enemigo. El mal se extirpa y una nueva realidad se fabrica. Un nuevo Medio Oriente democrático es posible si se provoca. El caso ante la ONU cristaliza esta postura y sirve de base para justificar la extensión a Iraq de este nuevo enfoque.

5 - Una advertencia al mundo (“shock and awe”): Distinto al pasado, la estrategia de EE.UU. no se limitó a lo necesario para lograr una mera victoria militar, sino que, desde su conceptualización, incorporó la intención expresa de enviar un mensaje mundial sobre la potencia militar de la nación. Un ataque sin precedentes e inmisericorde bajo una estrategia denominada como “shock and awe” (conmoción y pavor) sirvió de advertencia sobre la capacidad para dominar rápidamente a cualquier enemigo. Una demostración de fuerza que entendían serviría de disuasivo a cualquier posible ofensor futuro. El pragmatismo no es una estrategia ganadora.

6 - Victoria militar rápida/ derrota en credibilidad: La estrategia en efecto confirió una victoria militar rápida. Bajo ese criterio, fue cabalmente exitosa. No obstante, vulneró palpablemente la credibilidad de la nación y de muchos de sus funcionarios más destacados. La ausencia de armas químicas o de destrucción masiva en Iraq (fundamentos presentados ante la ONU en respaldo de la invasión) comenzó a fraccionar la magnífica coalición internacional formada tras los sucesos del 11S. Igualmente ocurrió en el público estadounidense, hasta entonces abrumadoramente en favor de la respuesta de la administración a los ataques del 11 de septiembre (de acuerdo a Gallup, en marzo de 2003, un 76% de los estadounidenses apoyaba la invasión frente a un 53% que en 2013, 10 años después, consideró la guerra un error de Estados Unidos, cifra que cayó levemente a 50% en la última medición de 2019), quienes comenzaron a ver ciertos paralelismos con acciones militares del pasado que habían lacerado la propia fibra de la nación. Resurgen viejas heridas íntimamente ligadas a una visión sobre la credibilidad del gobierno ante su ciudadanía. Esto sería empañado aún más por las disposiciones del llamado “Patriot Act” y las revelaciones de los métodos de interferencia digital implementados y aún utilizados. En el camino quedó también la credibilidad y las aspiraciones futuras de personas como el secretario de Estado y general Colin Powell, quien gozaba de alta estima en la nación y que contaba con un récord público intachable.

7 - Salida y precedente: Casi dos décadas después, quedaría demostrado que una victoria militar inmediata no necesariamente mejora las posibilidades de estabilización posterior. El proceso sería incierto, prolongado y accidentado, provocando fatiga y escepticismo a todos niveles, y erosionando parte de la buena voluntad necesaria para operar en el complicado tablero estratégico de las relaciones internacionales. Eventualmente, la reconstrucción prometida y la creación de una nueva nación democrática en Medio Oriente no se produjo. Esto no quiere decir que no hubo aciertos en el proceso. La región ha experimentado cambios, algunos positivos, una vez reducida la capacidad de ciertos grupos terroristas que acaparaban toda gestión política y social. Indudablemente, Estados Unidos sale de la guerra contra el terrorismo a enfrentarse a un mundo distinto. Un mundo con nuevas ambiciones y el desarrollo de países como China que calladamente aprovecharon este periodo para fortalecerse y posicionarse como un contrapeso a Estados Unidos. Paradójicamente, la fijación con estas estratégicas dirigidas a cementar su dominancia causó un déficit de atención que eventualmente reta esa visión hegemónica.

Dos décadas han transcurrido desde aquel jueves de marzo en el que Bush escribió una página imborrable de su propio legado político. Cuatro presidentes iraquíes han pasado con variables niveles de estabilidad, sumado a una Autoridad Provisional De la Coalición que estuvo en lugar por menos de dos años. Veinte años después, no encontramos las armas de destrucción, pero sigue vigente el impacto de su invocación. Que no quede duda, al pueblo iraquí y al mundo se libró de uno de los dictadores más sangrientos del siglo XX. La nación no ha vuelto a enfrentar un ataque de esa magnitud y otros atentados han sido desarticulados por las medidas preventivas implementadas. La razonabilidad de su costo, particularmente en términos de la laceración a la amplia concepción de derechos civiles es cuestionable y varía conforme a la perspectiva y prioridades de cada individuo. Tal parece que Aristóteles no se equivocó con la célebre frase que se le atribuye: “No es suficiente ganar la guerra, es más importante organizar la paz”.