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El Salvador

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ANÁLISIS | La fórmula de Bukele: liderazgo mesiánico y una fascinación que traspasa las fronteras

Por Sofía Benavides

(CNN Español) -- Las extendidas denuncias de violaciones a los derechos humanos y el debilitamiento del Estado de derecho, documentado por distintas organizaciones, se combinan en las elecciones presidenciales de este domingo en El Salvador con encuestas que atribuyen a Nayib Bukele unos índices de popularidad que deben dar envidia a más de un mandatario de la región. El dato no es menor debido a que, con la salvedad de los procesos electorales en Venezuela y en Nicaragua, cuestionados por la oposición en esos países y por la comunidad internacional, ningún presidente ha logrado una reelección en América Latina desde el 2018. ¿Cómo ha llegado a este punto?

Muchos en El Salvador apoyan a Bukele a pesar de las críticas por sus métodos. Hay algunos que, incluso siendo víctimas directas de una política represiva que se ha extendido durante su primer mandato y que ha resultado en el arresto de 75.163 personas en 21 meses de régimen de excepción —de acuerdo con cifras oficiales hasta el pasado 3 de enero—, mantienen su fascinación con el presidente y con lo que ha hecho hasta ahora.

Juan —seudónimo para resguardar su identidad por posibles represalias por parte del Gobierno— tiene 24 años, vive junto a su familia en La Presita y es uno de los tantos jóvenes que la Policía se llevó detenido sin proceso alguno al Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), la temible prisión que se convirtió en un símbolo de la campaña de Bukele contra las pandillas. Tras ser excarcelado, Juan dijo a un equipo de la organización sin fines de lucro Tracoda, que se dedica al fortalecimiento de la democracia y hace trabajo en comunidades: "Se equivocaron conmigo y la experiencia no fue buena. También con otras personas. Pero yo me siento seguro".

Una mirada a cómo pasó un joven empresario a dirigir el país da cuenta del fenómeno que hoy tiene a Bukele a punto de un segundo mandato gracias a una controvertida decisión judicial que habilitó su reelección.

El presidente joven, outsider y de las redes

Antes de lanzarse a la política, Bukele trabajó durante más de una década en la agencia de publicidad de su familia, que se había encargado de las campañas electorales del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que en 1992 dejó las armas para pasar de ser una guerrilla de izquierda a integrarse al sistema político. Allí ganó experiencia, definió colores, tipografías, mensajes y looks de los candidatos, como si se tratara de productos en una góndola de supermercado. En 2012, decidió que había llegado su momento de lanzarse él mismo al "mercado" de la política y sabía cómo hacerlo.

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Muñecos de el presidente de El Slavador, Nayib Bukele, se venden en el mercado en San Salvador, el 30 de enero de 2024. (Crédito: MARVIN RECINOS/AFP via Getty Images)

Desde entonces, sus intervenciones públicas, sus publicaciones en Facebook, sus tuits y sus videos estuvieron planeados milimétricamente; todo lo que decía estaba estudiado: "Nada en su comunicación es fortuito", explica a CNN sobre la estrategia comunicacional del presidente Gabriel Labrador, periodista de El Faro, un portal digital salvadoreño, y autor de uno de los perfiles más completos y exhaustivos de Bukele. "Tiene públicos meta de distinto tipo, no es que solo les habla a los hombres salvadoreños de clase media entre 30 y 40, por ejemplo. No, él tiene mensajes políticos para todos los niveles, para todas las necesidades y sabe muy bien cuál es su target en cada caso".

"En realidad, sus dioses son los sondeos de opinión", dice Labrador. "Presta mucha atención a eso y lo que dicen las encuestas lo hace. Si mañana las encuestas dicen otra cosa, pues hará otra cosa. Es un maestro de las comunicaciones, él y su equipo. No es de extrañar que sea publicista".

Pese a que se lanzó a la política de la mano del FMLN —partido del que fue expulsado en 2017 por promover la división interna y agresiones verbales y físicas contra una congresista—, Bukele construyó una imagen de sí mismo como outsider. Candidato joven, nuevo, que se comunicaba a través de las redes sociales, que vestía ropa cómoda y que implementaba medidas que iban desde donar su salario hasta repartir alimentos y mensajes sobre combatir la corrupción: "El dinero alcanza cuando nadie está robando", decía por entonces. Labrador asegura que Bukele se esforzaba por parecer distinto. Y lo lograba.

"Bukele surge en un contexto de tremendo descontento por el nivel de violencia récord y por una serie de casos de corrupción de alto perfil que salpicaron a los partidos tradicionales. Los salvadoreños estaban hartos de la clase política y buscaron un outsider, joven, con una manera de vestir y de hablar totalmente distinta, que dice e insiste en que él es diferente", opina Steven Levitsky, profesor en la Universidad de Harvard y autor de "Cómo mueren las democracias".

Experto ve en Bukele "una amenaza a la democracia"

Nayib Bukele.

Una vez fuera del FMLN, Bukele apostó a sus redes sociales y, más tarde, incluso contrató un equipo de expertos venezolanos de la comunicación que se dedicó a que sus proyectos empiecen a sonar en todo el mundo.

"Fue entonces cuando su imagen empezó a crecer sobre la base de una narrativa de David contra Goliat", explica a CNN Luis Villaherrera, activista y fundador de Tracoda. "Su estrategia siempre fue su figura, nunca fue el partido", añade.

Con esa impronta llegó al poder en 2019 a sus 37 años, para ser en ese momento el presidente más joven de América Latina. El blanco de su discurso eran los políticos tradicionales, lo que negaba su trayectoria de los 10 años anteriores, aunque no parecía importarle.

En TikTok, en Facebook y en Twitter, miles de usuarios compartían noticias del Gobierno y atacaban a la oposición y a referentes de la sociedad civil, reforzando la narrativa de Bukele. Esa campaña tenía un fuerte impacto en la diáspora, los salvadoreños viviendo afuera del país por las condiciones internas.

"Una vez en el poder, durante la pandemia de covid-19, Bukele entregó US$ 300 a gente necesitada que nunca antes había recibido dinero del gobierno. Se sintió como una luna de miel y, en tanto tal, fue debidamente retratada por su equipo audiovisual, reforzando constantemente la idea de buenos y malos", agrega Villaherrera.

Todo eso habla de un líder ultrapragmático. "Bukele está desideologizado. Es un político que hoy puede decir una cosa y mañana negarla con nuevos argumentos", dice Labrador.

Liderazgo mesiánico y una fascinación que traspasa las fronteras

Bukele también ha reforzado el mensaje de que sus acciones cuentan con un respaldo divino: "Dios nos protege y nos va a ayudar a combatir a las pandillas". Durante una entrevista con el popular youtuber mexicano Luisito Comunica, Bukele afirmó que su creencia en Dios iba más allá de las religiones. "Yo siento que Dios me ha puesto donde él quiere y aquí estamos", dijo Bukele desde la Casa Presidencial de El Salvador.

El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, tras tomarse una selfie durante la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, el 26 de septiembre de 2019.  (Crédito: TIMOTHY A. CLARY/AFP via Getty Images)

"No es lo único, en YouTube circulan muchos videos con historias que retoman sus orígenes palestinos, diciendo, por ejemplo, que su abuela nació cerca de donde nació Jesús, que Bukele está ayudando a los niños desfavorecidos, y que, en definitiva, él es el elegido", añade Villaherrera sobre un eje de su discurso cuyo target asegura que son los adultos y las personas mayores.

Para Federico Finchelstein, historiador y experto en populismo y autor del libro "Del fascismo al populismo en la historia", su discurso mesiánico está profundamente ligado a sus características populistas. "A través de la propaganda, Bukele busca instalar la idea de que estamos frente a un líder que es mejor que todos nosotros y que, por lo tanto, merece que le deleguemos poderes extraordinarios".

Consultado por CNN, Finchelstein explica: "Se presenta como alguien que no es político, en momentos en los que hay una enorme insatisfacción con la política. Y, frente a un problema real, propone soluciones mágicas o extraordinarias".

Además, Bukele busca llevar sus lecciones al mundo, y eso quedó claro cuando subió al escenario de la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre de 2019. Tomó su iPhone y se dio la vuelta para que en el cuadro de la foto entrara, además de su cara, la audiencia de altos líderes presentes en Nueva York.

Como los jóvenes que no comienzan a comer hasta haber retratado sus platos y compartido la fotografía en Instagram, solo después de eso Bukele empezó a hablar: "Créanme, muchas más personas verán esta selfi que las que escucharán este discurso". Y añadió: "Espero que haya salido bien".

Su popularidad fuera de El Salvador tiene más que ver con una operación de mercadotecnia quirúrgica que con una popularidad orgánica de sus medidas políticas o económicas, dicen analistas. Su dominio de las redes sociales, y de internet en general, lo ha colocado como una referencia global, incluso pese a la pequeña influencia de su país para la geopolítica actual.

María Victoria Murillo, directora del Instituto de Estudios Latinoamericanos y profesora de Ciencias Políticas y Asuntos Internacionales de la Universidad de Columbia, introduce un matiz vinculado a su política de seguridad.

"Afuera de El Salvador, el aparente éxito de su política de seguridad en el contexto de creciente inseguridad de la región vuelve a Bukele atractivo. Pese a los terribles costos respecto a derechos civiles y al hecho de tener un porcentaje tan alto de su población masculina joven y pobre tras rejas (sin juicio o con juicios 'colectivos') el beneficio de poder salir a la calle de aquellos que no están presos es alto", explica.

Y añade, ante la consulta de CNN: "Este 'éxito', sumado al gran marketing en torno al mismo, es crucial en la fascinación sobre su figura que existe en otros países de la región que ven el crimen como un problema que no pueden controlar”.

Gorras con el nombre de Nayib Bukele se venden en un mercaod de El Salvador (Crédito: MARVIN RECINOS/AFP via Getty Images)

Vieja fórmula, nuevos métodos y, en el medio, la democracia

Bukele, así, se asoma ante un segundo mandato con índices de popularidad pocas veces vistos y una maquinaria de propaganda aceitada y profesional. Pero no solo eso. También existe en El Salvador una acumulación del poder en su figura que prende alarmas, y que podría constituir un riesgo para la democracia... al menos como la conocemos.

Aunque la debilidad institucional de El Salvador no es nueva, en la actualidad no existe ningún organismo del Estado que sea independiente de Bukele, afirma Labrador. Y según investigaciones periodísticas de medios locales, en cada espacio el presidente ha instalado funcionarios afines.

Levitsky afirma a CNN que el fenómeno Bukele no es distinto a otros populismos ya vistos en América Latina, como Alberto Fujimori, en Perú; como Juan Domingo Perón, en Argentina; o como Hugo Chávez, en Venezuela. Y analiza el arco narrativo de su figura: "Hace campaña en contra de una clase política odiada, gana y después logra un milagro", dice en relación a su campaña de seguridad.

Para Finchelstein, Bukele se parece más a lo que él define como populistas extremistas, como Donald Trump, Jair Bolsonaro o Javier Milei. Comparten el aura mesiánica, el discurso de la mano dura y el foco en las campañas de propaganda, dice.

Bukele, ¿salvador o dictador?

Un soldado custodiando la Asamblea Legislativa de El Salvador.

"Milei se presenta como un tecnócrata, Bukele se presenta como un joven brillante, Trump como un hombre de negocios", indica. "Lo que se ve es que hacen de su singularidad un eje central, aunque no lo sea tanto". Por eso, para él, Bukele no es algo distinto a un populista o un extremista de derecha que hace uso de la violencia y que minimiza la democracia.

Pero ¿podemos decir que en El Salvador la democracia está en riesgo?

Los expertos coinciden en que su Gobierno es, en efecto, una amenaza y un desafío para la democracia representativa basada en partidos políticos sólidos.

Levitsky añade que, aunque estamos ante una democracia más volátil, a la que deberemos adaptarnos, no se trata necesariamente de un desafío a la democracia en sí. "La gente no dejó de creer en ella".

"La elección de outsiders, a veces populistas, es democracia, y no veo por lo menos todavía una voluntad del electorado de ir por el camino de Rusia o China, donde las elecciones dejan de tener importancia. La gente quiere votar, a favor o en contra, pero quiere votar", concluye.