Incendios provocados. Obispos torpes. Una esposa despechada golpeando la puerta de la abadía. Pueden parecer ficción, pero en realidad son situaciones que marcaron las coronaciones británicas a lo largo de la historia.
Las coronaciones en la Abadía de Westminster se remontan hace casi 1.000 años. Se han convertido en una máquina afinada que funciona bien. Sin embargo, a pesar de toda la pompa y la ceremonia, ha habido ocasiones en las que han salido desastrosamente mal.
George Gross, investigador visitante del King's College de Londres y cofundador del Proyecto de Coronaciones Británicas, explica a CNN que la coronación de Guillermo el Conquistador el día de Navidad de 1066 "marca la pauta" de las coronaciones desde entonces.
Incendio provocado
Según Gross, Guillermo unió las tradiciones sajonas de la nación que había conquistado con las normandas de su patria, y su firme control del poder las consolidó en la cultura inglesa.
Pero aunque su reinado fuera un éxito, la coronación en sí fue un desastre. Al igual que Carlos III, Guillermo tuvo su coronación en la Abadía de Westminster. Allí también había sido coronado meses antes su enemigo vencido, Harold Godwinson, muerto en la batalla de Hastings.
El ambiente dentro y fuera de la capilla era tenso y al poco tiempo de que Guillermo se hubiera ganado el apodo de conquistador. Cuando los que estaban dentro de la abadía proclamaron con entusiasmo "Dios salve al Rey", el ruido alcanzó tal nivel que los guardias de Guillermo creyeron que se estaba produciendo un intento de asesinato. Entonces, procedieron a tomar la única medida racional: quemar rápidamente varios edificios de la zona.
Una coronación sin la reina
La coronación de Jorge IV en 1821 fue un drama que haría sonrojar a los guionistas de la mayoría de las telenovelas. El rey había decidido excluir a su esposa, la reina Carolina, del servicio. Según Gross, la razón de este desaire real era simple: "No quería tener nada que ver con ella".
En 1795, el Parlamento había obligado a Jorge a casarse con su prima alemana, Carolina de Brunswick, a cambio de saldar sus grandes deudas. Ya se había casado con otra mujer, Maria Fitzherbert, pero esa unión se consideró ilegal al no contar con el consentimiento de su padre.
Al parecer, Jorge llegó borracho a su boda, y se cree que la pareja sólo pasó dos noches juntos, durante las cuales concibieron un heredero. Él se negó a vivir en el mismo lugar que ella y la pareja se distanció rápidamente. En los años que precedieron a su coronación, Jorge intentó obtener el divorcio del Parlamento. Caroline fue incluso sometida a un juicio parlamentario en el que se investigó su presunto adulterio y durante el cual no se le permitió hablar. Pero, en parte porque Carolina era popular entre el público, la búsqueda de Jorge se vio frustrada.
Las hostilidades dentro del matrimonio eran tantas que Jorge ni siquiera quería que su esposa fuera coronada, y ordenó a quienes custodiaban las entradas de la Abadía de Westminster durante su coronación en 1821 que le negaran la entrada. A pesar de intentarlo por todas las entradas, no pudo pasar y tuvo que marcharse. Murió al cabo de un mes. Según Gross, el público había llegado a simpatizar profundamente con Carolina, y su muerte poco después de la coronación pudo haber limitado el impacto negativo que este desaire público tuvo en el reinado de Jorge.
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